Habitar el cuerpo, este vehículo fascinante, es y ha sido una de mis intenciones vitales.

​Comencé a bailar a los cinco años, y desde entonces entendí que la música puede hacerse cuerpo y que el movimiento es una expresión viva de la emoción.

En la adolescencia, la danza oriental se cruzó en mi camino, despertando mi fascinación por lo ancestral, lo femenino, los mundos lejanos y el misterio de Oriente. Esa curiosidad me llevó a estudiar Antropología, conectando así con mi exploradora en búsqueda del origen, la matriz.

Al terminar la carrera, empecé a guiar sesiones de danza del vientre. Con mis alumnas, recorríamos paisajes lejanos a través del movimiento y la técnica; Volvíamos al círculo, a la tribu, al pulso del tambor. Con cada gesto, celebrábamos la vida.

Nunca he dejado de aprender y viajar, movida por un deseo incesante de querer «integrar» y conocer. Y así fue como apareció una pieza fundamental de mi puzzle: el yoga. La esterilla transformó mi forma de estar en el mundo. Comprendí que todo lo que buscaba fuera, ya habitaba en mí.

Paula Gnad

Con mi maestro de yoga Vijay Amar. India. 2014.

Motivada por compartir esta experiencia, en el año 2013, inicié mi formación de profesora en yoga hatha-vinyasa, en la escuela Mandiram de Barcelona (200h Yoga Alliance). Al finalizarla, totalmente «enyogada», quería más y más. Por eso volví a India. Esta vez no fue para aprender sus danzas milenarias, sino para continuar formándome con mi maestro Vijay Amar en la paz de los Himalayas.

El yoga me centra, me muestra mis desafíos que desequilibran mi centro de gravedad. Es una herramienta vital. La danza y el yoga forman parte de mi vida, se fusionan. Sobre la esterilla me descubro y al ritmo de la respiración, marco los movimientos de una danza ancestral.

Sigo profundizando en el estudio de la biodinámica corporal, un camino que inicié con mi formación en yoga terapéutico. Esta mirada integral del cuerpo me ha acercado de forma natural, a la técnica del masaje. Descubriendo otra forma de escuchar y acompañar al otro. A través del tacto consciente, las manos dialogan con los tejidos, el cuerpo habla, suelta y recuerda. Cada masaje es para mí una invitación a detenernos, a habitar el presente, a soltar lo que ya no necesitamos.

Poder dedicarme a lo que me apasiona no solo me llena de gratitud, sino que le da sentido a mi recorrido. Todo lo que comparto nace de una vivencia profunda y lo ofrezco desde la presencia, la sensibilidad y el respeto al proceso de cada persona.

Cada clase, cada sesión y cada encuentro es una confirmación de que estoy exactamente donde tengo que estar y una oportunidad para seguir creciendo. GRACIAS.

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